La Razón se Murió 









La razón, caballeros, es una buena cosa, eso es indiscutible; pero la razón no es más que la razón y solo satisface a  la capacidad humana de razonar, en tanto que el deseo es la manifestación de la vida entera, es decir, de toda la vida humana incluyendo la razón y todas las comezones posibles. Dostoievski.

Desde siglos se ha creído que la razón es la piedra filosofal de la civilización. Craso error al ver que por razones ideológicas, pueden llevarte a orillas de una playa desolada a beber buches de agua, luego debes gritar que eso es limonada. Pero existen razones para buscar alternancia en el duro oficio de mandar, en miras de solventar los males que aquejan a la población nacional, con solo salir a la calle y andar asustados con el simple zumbido de una moto.  



Vendaval Mortuorio

El pensamiento colectivo en ocasiones transfiere ciertas muertes al hallazgo de los osarios. Los que husmearon la tumba de Tutankamón, misteriosamente, fueron muriendo desdentados y con afecciones pulmonares, todos infectados en completa agonía; arqueólogos y colaboradores. En Venezuela ocurrió algo similar, luego de exhumar los restos del Libertador, en vez de pillar los chinos que evaden al seniat, empezaron a fallecer afectos al oficialismo: Tascón, Muller Rojas, William Lara, Guillermo García Ponce, Clodosbaldo, ya sea por infartos, acb y hasta ahogados. El cáncer también se puso de moda, que, lastimosamente el comandante al parecer lo padece. 


La venganza de Bolívar, sea coincidencia o no, ha sido un vendaval mortuorio que agarró unos cuantos –camaretas- porque posiblemente se meten a chamanes del más allá, sin conocer la yerba sembrada en grutas inermes a la razón. 




El Estado Amarillo

 Amarillas las páginas diarias que reseñan incontables atrocidades, tan recurrentes en Guárico. Cuatrerismo, secuestros y hurtos, son las más novedosas en Rankin que azota a la región y que, son muchos los que le echan la culpa al norte y al televisor. Pero, son esas incontables licorerías que granean a esquina, donde se recogen y salen festines de sangre, sustentados en las trilladas y relamidas tradiciones del preciado coleo y riñas de gallo, que han mantenido un extraño estatus de prepotencia territorial. Razones deberían existir, en la siembra y estimulo por otras actividades que fomenten en el llanero estilos de dispersión alternos al vicio. Guárico, creo, no cuenta con cinematecas, parques urbanos, polideportivos, y espacios de distracción, que permitan la reflexión cívica en miras de integrar lo uno y lo diverso. Pero… qué va, amarillas las entrañas aguardentosas entre la monotonía rural y los partiditos que al echar una calle, ya quieren perpetuarse con el mando. Ustedes saben que últimamente, ese mamotreto término constitucional llamado “Alternabilidad”, suena tan majunche y podrido cual conteiner. 

Cómo olvidar la díscolo de Argenis Rodriguez cuando dijo: - En guárico no hay ni un solo artista, y los que naces allí, deben irse a la ciudad donde está libremente la creación-.