El Cuerpo Habla




FÍJATE EN SU POSTURA PARA SABER CÓMO MIENTEN

Cuando apenas conoces una chama, inmediatamente después de saludarte y decirte “hola”, empieza a mandarte información corporal. Fíjate si se cruza de piernas y en qué dirección apuntan, si sus ojos le brillan, coquetean con el cabello o cualquier movimiento brusco de su cuerpo. No olvidar observar sus dedos, porque si tiemblan al hablar contigo, es por alguna emoción positiva.  Pero, tampoco hay que dejarse llevar por la  estupidez de la primera impresión; en ocasiones falla cuando se suelta la lengua. (Agarré terror de las suegras al momento que una dijo: - no me quedó otra en la vida que haberme casado con un pedazo de manco-).

   Ellas se estimulan mayormente por el oído, mientras que nosotros los machos por el sentido visual. El sonado ejemplo de un paciente, que en medio de un episodio de infidelidad  le dijo al psiquiatra: -es que creo que las quiero a las dos, solo que están en dimensiones diferentes-. Por el contrario, el bello género que expulsa la obra humana, son astutas a la hora de mentir con aquel conocido: “no es lo que tú piensas”. Aunque, existen tácticas para detectar la más refinada mentira. (Fíjate en los políticos).

 La Programación  Neurolingüística, enseña que la forma como hablamos da cuenta de la forma cómo pensamos. Hablamos por la cuenta de nuestras representaciones internas. Frases como: “Lo veo claro”, “me suena extraño”, “me huele feo”, “no logro agarrarlo”,  “me da un sabor amargo”, son claras y llanas expresiones de lo que internamente nos gusta, vemos, olemos y oímos.

Los individuos somos auditivos, visuales, kinestésicos o gustativos-olfativos.

 Si una chama afirma que no le agrada lo que escucha, entonces, habrá de tenerse cuidado en el hablar y descubrir, qué es lo que le gusta escuchar. Por el contrario, si alega que no le huele bien el asunto, es porque se trata de una persona de olfatos para complacer. 


  A mi juicio, creo que se debe estudiar aparte de los gestos corporales, aquello que se dice, porque no siempre se actúa como se dice y viceversa. Tener presente que la conclusión de una persona, sale de la totalidad armónica entre gestos, entonación de sus palabras y sus emociones que se delatan. Debemos observar el típico caso cuando ellas quieren reñirnos por alguna falta y entonces el “tono” con que dicen: -A mí no me pasa nada-. Señal recurrente de problemas.

 Paul Ekman, nos manda a estudiar el rostro de los individuos para desconfiar de la sonrisa, y, distinguir la verdadera de la falsa. Saber que en la buena salen patas de gallo, es duradera,  ríen los ojos y la boca se expande. (Los políticos profesionales también saben fabricarla buscando carisma y persuasión). En cambio, la falsa se ríe solo una parte del rostro buscando generar la impresión deseada. Pendientes con las afirmaciones que miran al suelo, y se agarran repetidamente el cuello de la camisa, es señal de falsedad.

 Los niños cuando mienten se tapan la boca, pero, a medida que el sujeto crece, va refinando su estilo; y solo opta por rosar su nariz con los dedos. Esto es posible detectar prestando atención, porque hay ciertas terminaciones nerviosas en el rostro, que, cuando la persona miente, surge una leve piquiña.


En estos tiempos de angustias y de trampas, hay que aprender que los gremios solo conocen el homicidio y la invectiva, que los abrazos no son contratos, y que de la refinada observación está el arte de conocer al otro donde podemos vislumbrar el estado emocional del contrario, y así, volvernos asertivos a la hora de entablar cualquier relación.